
La Etnoeducación como instrumento para la promoción del desarrollo sustentable. Un análisis desde la cienciometría
1 Introducción
La etnoeducación floreció a mediados de los años setenta,
como forma de resistencia de la cultura ancestral frente
a los modelos de educación centrados en el desarrollo
del país, logrando el reconocimiento paulatino por parte
del estado de sus comunidades y generar interés para
comprender su cultura desde una mirada ontológica y
epistemológica.
Se debe tener en cuenta las luchas de las clases que se
creen minoritarias en el país como son las negritudes,
raizales y pueblos nativos, los cuales aún conservan sus
prácticas tradicionales a pesar de la lucha constante que
han venido librando desde la entrada de los españoles
en América Latina. La etnoeducación en Colombia está
relacionada con los procesos condicionantes a los privile-
gios de la Iglesia en los territorios ancestrales, sumado a
la resistencia histórica de los grupos étnicos sometidos a
una educación oficial católica que desvincula sus culturas
y formas de vida (Molina, 2012), “cuyo proceso educativo
consistía en la castellanización y desindianización de los
pueblos indígenas” (Vitonás, 2010, p. 2).
La etnoeducación nace en los mismos Pueblos Origi-
narios, en la raíz de la Madre Tierra, donde los etno-
educadores no solo enseñan, sino que son sabios, médi-
cos, guardias y líderes que articulan los diferentes pro-
cesos en las comunidades en pro de la sustentabilidad
de los territorios; es el punto de partida que permite la
reconstrucción radical del ser, del poder y del saber in-
dígena por medio de sus prácticas cotidianas (Barragán-
Varela, 2020). Como desarrollo de la democracia, según
Mendoza-Castro (2010, p. 4) “la etnoeducación es un ins-
trumento que permite a las poblaciones indagar sobre las
estrategias pedagógicas, administrativas y metodológi-
cas que mejor se adaptan a su manera de convivir y a su
cultura”, la cual ha sido determinante para que las co-
munidades tengan la oportunidad de realizar programas
etno-educativos que reconozcan su cultura y cumplan
con los objetivos de salvaguardar las tradiciones ances-
trales. Aunque desde la creación de la Constitución de
Colombia de 1991 se encuentran avances en políticas et-
noeducativas, tales como la Ley 115 (Congreso de Colom-
bia, 1994) que permite el derecho de la educación oficial,
la cual se enfoca en la enseñanza-aprendizaje, se sigue
vulnerando a las comunidades étnicas, obligándolas a to-
mar el currículo que no incluye sus imaginarios y legados
culturales.
Los Pueblos Originarios también se apoyan principal-
mente de las herramientas jurídicas como las que brinda
el Decreto 2500 de 2010 (Colombia, Presidencia de la
República, 2010) que permite el desarrollo del Sistema
Educativo Indígena Propio (SEIP); Decreto que se ha en-
focado a la dotación de los establecimientos educativos
para básica primaria y secundaria. También el Decreto
1953 (Colombia, Presidencia de la República, 2014), el
cual articula la administración propia de los Territorios
Ancestrales y que pretende enfocarse en la educación
inicial, primera infancia o despertar de las semillas de vi-
da; el Decreto 1811 (Congreso de Colombia, 2017) con el
cual se busca la financiación de los procesos de educación
desescolarizada o necesidades de la comunidad, tales co-
mo formar jóvenes, artes, la guardia indígena, procesos
que desde la escuela no se pueden responder. Esta nor-
mativa permite consolidar estructuras locales, zonales y
regionales para lograr la emancipación propia en el siste-
ma educativo propio a partir de la autonomía financiera,
en el desarrollo y vivencias pedagógicas y en orientar,
dirigir y direccionar la educación propia.
Existen grandes avances, pero aún no se logra consolidar
que su educación propia pueda ser aplicada a una educa-
ción colectiva. Es necesario reconocer la complejidad ét-
nica y cultural colombiana y Latinoamericana para exigir
superar los enfoques educativos unificadores y homoge-
neizadores (Rojas-Curieux, 2019). Un posible camino es
generar procesos educativos enfocados en estas minorías
étnicas, lo cual sienta las bases para crear una conciencia
colectiva que permita la inclusión y el conocimiento de
todas las diferentes culturas que existen en una nación
(Osorio-Mejía y Lozano-Céspedes, 2019). Lo anterior per-
mitirá la afirmación de los derechos constitucionales de
esta población, por lo cual se adecua pedagógica y le-
gislativamente al contexto pluriétnico y multicultural del
país, en lo denominada Educación Bilingüe Intercultural,
que, para el caso de Colombia, es la llamada educación
para la diversidad cultural o etnoeducación, la cual es
definida en términos propios como el espacio para otras
educaciones posibles.
Con estas leyes se logra fortalecer el idioma y los modos
de vida de los pueblos originarios, permitiendo su dig-
nidad, libertad e igualdad en derechos (Sánchez-Moreno
y Escalera-Silva, 2021). No obstante, las políticas parten
de principios universales antropológicos que proponen
la educación como el camino para alcanzar el progre-
so social y la inclusión étnica en un país (Ruiz-Cabezas
y Medina-Rivilla, 2014). En este sentido, las comunidades
étnicas, originarias del territorio, tejen y ligan el concepto
de Desarrollo Sostenible (Brundtland, 1987) a partir de las
tradiciones y las cosmovisiones (Cuervo-González, 2017);
es decir, desde la irradiación del saber ancestral, las prác-
ticas ancestrales y vernáculas, la cultura y las experiencias
de conservación de la biodiversidad de sus territorios pa-
ra las futuras generaciones y humanidad entera (Chen
y Gilmore, 2015; García-Parra y col., 2022).
Para lograr integrarlo, es necesario que los docentes y
etnoeducadores tengan conocimientos, competencias, va-
lores y actitudes acordes para desempeñar dicha tarea,
LAGRANJA:Revista de Ciencias de la Vida 39(1) 2024:11-26.
©2024, Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador. 13